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sábado, 2 de noviembre de 2013

El guirigay del mercado eléctrico


El gráfico de demanda real, previsiones y emisiones de CO2 en España que ofrece en tiempo real Red Eléctrica Española 

El Mercado Común de la Energía se tambalea. La semana pasada les contaba en estas páginas cómo los esfuerzos europeos en favor de las "energías verdes" y la consecuente promoción a ultranza de las fuentes renovables, habían provocado un encarecimiento desorbitado de la factura eléctrica. El problema (y eso es lo que vengo a exponerles hoy) es que la situación es penosa y que, salvo acciones enérgicas -y acertadas- en los muy próximos meses, el daño ya causado se multiplicará exponencialmente y durará décadas.

En estos momentos, el sector de la energía, en Europa, es un guirigay. Los alemanes andan a la greña entre ellos mismos desde que Angela Merkel decidiera, de la noche a la mañana, poner término a la energía nuclear en el país a plazo fijo. La financiación que la principal economía europea asigna a las renovables asciende a unos coquetos 20.000 millones de euros cada año, pero la cifra es considerada demasiado alta y las negociaciones en curso para reinstaurar una gran coalición en Berlín apuntan a una reconsideración a la baja de los números. Mientras tanto, las grandes del sector contestan ante la Competencia de Bruselas las primas a las renovables, las pequeñas generadoras hacen lo mismo con las ayudas que las grandes reciben cuando tienen que competir en entornos no sometidos a las constricciones medioambientales europeas (lo que llaman el "carbon leaked") y todos, menos los que las perciben, protestan por la sobretasa para las energías verdes.

Al otro lado del Canal, y por cambiar de escenario pero no de tema, los británicos están echando por la calle del medio: dicen que van a construir un par de grupos nucleares en el suroeste del país, porque las renovables no les garantizan la cobertura de la demanda. Andan hablando con los franceses sobre el diseño de las nuevas plantas y pretenden, ni más ni menos, que Bruselas les autorice un precio al kilowatio/hora, una feeding tariff,  para toda la vida de las nuevas centrales, es decir, unos 35 años. Como lo de la prima a las renovables, pero a lo bestia.

Y por todas partes, la limitación de las interconexiones se deja sentir pesadamente en lo que podría denominarse la "optimización" de la inversión en renovables: los alemanes no pueden vender fuera el excedente puntual que generan con estos medios porque la red no se lo permite; los británicos necesitan los nuevos grupos nucleares porque sus interconexiones con el continente tienen aún menos capacidad que las de España con Francia, y viceversa, y estas últimas dan de sí lo que dan, que es más bien poco. Las nuevas interconexiones requieren de un apoyo público masivo pero la economía no está para milagros, con lo que, y dicho sea de paso, los mercados nacionales continúan quedando reservados, básicamente, para los generadores nacionales. Todos ellos quieren guardarse el mercado propio y vender en el ajeno.

En el ínterin, en fin, costosas infraestructuras de generación están siendo abandonadas, porque no generan los retornos contemplados en las programaciones de inversión que las hicieran posible y su mantenimiento resulta demasiado oneroso. ¿La causa?: las renovables, que han provocado una sobrecapacidad y que, en virtud de las disposiciones que bridan los mercados, ven garantizada la salida de su producción, en detrimento de las restantes. La carta remitida el mes pasado al comisario Oettinger por 10 de las principales empresas eléctricas europeas apuntaba que esa sobrecapacidad les ha obligado a cerrar 51 gigawatios de producción, es decir, el equivalente a las capacidades combinadas de Bélgica, Portugal y la República Checa.

O sea que, mientras de un lado se sigue pintando un futuro venturoso y verde, del otro se resalta la muy complicada realidad del empobrecido presente en el que la angustia se adueña de los centros europeos de decisión, porque la competitividad de las industrias europeas se está resintiendo profundamente, ante el boom energético que experimenta Estados Unidos con sus extracciones de gas y petróleo de esquisto.

La Comisión europea, por supuesto, tiene que dar una salida airosa a todas estas tensiones. Se propone hacerlo, con nuevas normativas y con la definición de prioridades a quince años vista.


Pero no lo tiene nada fácil porque las decisiones que los Estados miembros de la UE están adoptando a nivel interno condicionan las posibilidades comunes para el futuro. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Propuesta de cuotas pesqueras para 2014

La Comisión europea ha hecho pública hoy su propuesta de TAC y cuotas pesqueras para 2014. Destacan en ella, por lo que concierne a España, fuertes incrementos en los derechos de pesca de merluza, gallo (en parte del 'stock' norte, en otras hay descensos) y del 'stock' sur y caídas del chicharro en aguas de la UE.

Siguiendo con las prácticas de años precedentes, les incluyo aquí un cuadro con las principales cifras y los porcentajes resultantes. Antes de la negociación de diciembre, me propongo publicar otro con los totales.

(Clickando sobre la tabla se amplía. La versión pdf está aquí: http://www.scribd.com/doc/180185789/Espana-TAC-CUOTAs-2014-pdf)


lunes, 28 de octubre de 2013

Entrevista al Director General de Energía de la UE

Mi "post" sobre el fracaso de la liberalización energética en la UE ha tenido una acogida notable, lo que evidencia la preocupación que el tema despierta en la opinión pública. Por eso, me permito ofrecerles la entrevista que, sobre este tema, realicé recientemente al Director General de Energía de la Comisión europea, Philip Lowe y que apareció publicada en la revista "Entrelíneas" de Red Eléctrica Española. Está aquí:

http://www.revistaentrelineas.es/29/entrevistas/philip-lowe

sábado, 26 de octubre de 2013

Grandilocuencias ruinosas



Una de las mayores grandilocuencias de la década de los 90, con las que los dirigentes del país nos regalaban el oído a los españoles, fue aquella de que la liberalización de la energía iba a resultar beneficiosa para el consumidor, pues la competencia haría bajar los precios.
Después, en los años 2000, los políticos cambiaron de martingala y comenzaron a cantar la excelencia de la energía verde y de las renovables para «descarbonizar» (eliminar los residuos de carbono) a la economía europea y quebrar la tendencia ascendente de la dependencia del exterior para la generación de electricidad. La energía producida por los molinos de viento, el sol o las mareas iba a ser necesariamente barata. Incluso una cumbre europea, la de marzo de 2007, consagró aquel canon mágico de los tres veintes por ciento: un 20% de generación de energía en Europa a partir de fuentes renovables, otro 20% de ahorros en consumos mediante medidas de eficiencia energética y un 20% de reducción de vertidos de gases causantes del «efecto invernadero», todo ello en el horizonte de 2020.
Nadie, ni en los 90 ni en los 2000, se atrevió a aventurar que estos objetivos estratégicos podrían tener un costo, y mucho menos abultado, pero no cabe ninguna duda ya de que la operación ha sido ruinosa para los bolsillos de los ciudadanos, los cuales, además, no han llegado a disfrutar de ninguna de las ventajas prometidas: los precios máximos de los derivados del petróleo desaparecieron y los consumidores españoles quedamos a merced de los abusos de las grandes corporaciones petrolíferas y de los mercados financieros. Y como el Gobierno nada o poco puede contra estos o aquellas, ha optado por ignorarlas: el IPC, en el que el precio de la energía tiene una influencia acusada, no es ya el referente para la revalorización de las pensiones, ni para los sueldos. Y para qué hablar de la electricidad, cuya rampante tarifa está estrangulando los esfuerzos de competitividad del menguante tejido industrial del país, además de asfixiar aún más a la tambaleante economía de las familias. Para defender su reforma, la de julio, el Gobierno viene a decir que no hacer nada hubiera sido mucho peor para todos. Algunos no compartimos ni sus estimaciones ni la orientación de su esfuerzo legislativo, que no ha profundizado en el factor central pendiente de clarificación: los costos imputados por los grandes del sector a la energía que facturan.
Estos días nos encontramos a las puertas de un cambio de estrategia. No es que Bruselas se prepare para arrinconar el canon del «triple 20», que figura ahí, escrito en bronce en el frontispicio de los desiderata europeos, pero sí está considerando cambios de énfasis, vamos a llamarlos así, en la política energética europea, que pondría más en valor las necesidades de los mercados y de la eficiencia energética que hasta ahora.
Lo saben bien las grandes eléctricas europeas, que han desembarcado en tromba en las instituciones comunitarias para defender la tesis de que la energía barata pasa por el abandono de la promoción de nuevas tecnologías que ya han alcanzado la madurez (eólica, solar) y por el apoyo financiero a otras maneras de generar electricidad, cuyo desarrollo es incipiente y que no pueden subsistir en un mercado de contratación ordinaria.
El comisario Oettinger, (Energía) se ha comprometido a dar respuesta a las demandas que, en este sentido, le formularon los grandes del sector el pasado día 11, algunas de las cuales considera «justas».
Pero la Comisión, que reconoce en pasillos la necesidad de compensar de alguna manera a las empresas que mantienen una capacidad de generación suficiente para hacer frente a las necesidades del mercado cuando fallan el viento o el sol (lo que llaman «energía de backup», en España ya reciben primas por ello), tampoco está muy interesada en mantener un statu quo que beneficia única y exclusivamente a los grandes generadores de energía, que configuran en Europa un oligopolio de facto. De aquí a finales de año habrá propuestas comunitarias para compensar económicamente a quienes disponen de estas grandes fuentes de generación, pero la remuneración de capacidades no es la única fórmula que considera la Comisión: se barajan también la integración de mercados y la ampliación de plazo de los contratos de suministro, para acomodar mejor la oferta de energía procedente de fuentes diversas.
Esperemos que el sector no encuentre en la nueva regulación motivos de agravio que le lleven a exigir al Gobierno nuevas compensaciones, vía tarifa. Sería el colmo.

lunes, 9 de septiembre de 2013

ADS-B

               

No han tardado los responsables del aeropuerto de Bilbao en adaptar un receptor ADS-B a Internet para que los usuarios puedan seguir la evolución de los vuelos que les interesan directamente desde sus ordenadores o tabletas. Al día siguiente de señalada la carencia, esta había sido resuelta. Las fotos que les adjunto lo demuestran. La primera corresponde al despegue del vuelo a Bruselas de hoy, a primeras horas de la tarde. La segunda es el visual desde cabina del vuelo de Ibiza.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Alerta de tierra para el 'Low Cost'


Tal y como lo conocemos, el "low cost" tiene los días contados. Supongo que saben a lo que me refiero: eso vuelos baratos que a veces se ofrecen al viajero a precios marginales (5 euros y así), pero que, en realidad, pagan las autoridades regionales o locales, deseosas de dar vida a sus respectivos aeropuertos  que de otro modo no tendrían razón de existir. En Europa, las "low cost" detentan una cuota de mercado superior al 50 por ciento y una de ellas, Ryanair, declara transportar más pasajeros internacionales que ninguna otra en el continente. Su meta para el año en curso es rebasar los 81 millones de pasajeros. En el último ejercicio, la empresa declaró beneficios por importe de 569 millones (un 11% más que el precedente), en un mercado átono y con las empresas tradicionales del sector sometidas a fuertes tensiones de liquidez.

Históricamente, el "low cost" enraíza en la liberalización del transporte aéreo de los años 90, cuando Europa aceptó abrir el sector a la competencia. Se comenzó por permitir enlaces entre aeropuertos regionales que servían aeronaves y compañías con bajos CODs (Costos Operacionales Directos), porque los aviones utilizados resultaban más baratos de mantener, o porque las empresas eran nuevas y habían sido diseñadas más austeramente que las viejas "elefantes" del sector, con sus plantillas enormes y sus servidumbres políticas y de prestigio que sólo resultaban soportables en mercados compartimentados.

 Pronto la ocasión fue percibida como una manera de promoción de los intereses económicos regionales y comenzó la carrera por construir aeropuertos y atraer hacia ellos a las compañías que prestaban esos servicios. Una de ellas, Ryanair, elevó a la condición de categoría superior la reducción de los CODs, estableciendo un modelo de servicios fuertemente criticado, y comenzó a operar con reactores modernos, ganando rápidamente cuota de mercado.

Simulación de radar del espacio aéreo europeo, con los vuelos de Ryanair del viernes 30 de agosto, a las 13h23, y su localización geográfica. Eran 187 de 5980 registrados en ese preciso momento en los EE.UU, Extremo Oriente y Europa. Los vuelos de la compañía que aterrizaran o despegaran en ese momento del aeropuerto de Loiu no están registrados, pues el aeropuerto carece de un receptor ADS-B (400 euros) conectado a Internet 


El resto es, más o menos, historia sabida: las viejas "compañías de bandera" nacionales tuvieron que adaptarse a las circunstancias y modificar sus propios modelos para hacer frente a una competencia feroz, que echaba por tierra los precios del transporte aéreo en Europa. Consiguieron sobreponerse en parte por los beneficios que les reportaba el tráfico de largas distancias y los billetes de clases preferentes, pero también este nicho de actividad esta viéndose amenazado, en este caso por operadores norteamericanos y de Oriente Medio, que cuentan con empresas reestructuradas y flotas modernas y muy eficientes.

Ante una situación cada vez más degradada, la Comisión europea ha decidido intervenir. Y se propone hacerlo a lo grande: modificando el marco legislativo básico de más de 460 aeropuertos regionales europeos y de 150 compañías aéreas que operan vuelos regulares. Tiene en marcha, desde comienzos de julio, un proceso de consulta, orientado a definir las reformas del marco legislativo actual, que comprende dos piezas básicas: las líneas directrices de 1994 sobre evaluación de ayudas al sector aéreo y las de 2005 sobre financiación de aeropuertos y subvenciones de Estado para las compañías que operan en aeropuertos regionales. El objetivo confesado no es otro que el de acabar con las ayudas públicas a los aeropuertos no rentables y dar término a la competencia desleal que las compañías "low cost", como la ya citada Ryanair o EasyJet, ejercen sobre las compañías tradicionales.

Bruselas se propone prohibir las ayudas a los aeropuertos que detenten un tráfico superior a los 5 millones de pasajeros por año (71), ofrecer un plazo máximo de 10 años para las ayudas al funcionamiento de las instalaciones portuarias, al término de los cuales estas deberán extinguirse completamente, y limitar a 24 meses y al 50 por ciento las subvenciones a las nuevas conexiones aéreas.


La toma de posiciones de la Comisión ha desencadenado airadas protestas de la Asociación Europea de compañías aéreas regionales y de la Asamblea de las Regiones de Europa. Bruselas sigue pensando que la política de ayudas de Estado a los aeropuertos regionales seguida hasta ahora constituye un saco sin fondo que no genera los retornos económicos esperados. Mientras, Michael O'Leary, director general de Ryanair, acusa a los "burócratas" de la Comisión de imponer un modelo "comunista para regular el nivel de tasas y la competencia, pero que no funciona"

domingo, 18 de agosto de 2013

¡A la una, a las dos...!



¿Y a las tres? El personal está conteniendo el aliento. A ver si es verdad que esta es la buena. 

Los últimos datos de Eurostat, conocidos esta semana, no es que muestren una realidad inequívoca de cambio de ciclo, pero sí confirman una tendencia a la mejoría (vean el gráfico que les adjunto) que tiene esperanza a casi toda la gente que espera el advenimiento de tiempos mejores. 

Es un término, este del  “advenimiento”, de connotaciones bíblicas, poco grato a quienes, por razones de oportunismo político o de descreimiento estructural, están instalados en el derrotismo, el fracaso y la negatividad, reales o fingidos. Lo que pasa es que el Adviento llega en la liturgia eclesial para facilitar el despertar espiritual de los creyentes, como el cambio de ciclo lo hace en la economía para la salud del PIB, de la actividad empresarial y el sosiego de los bolsillos. 

Y esta vez parece que sí es la buena porque no sólo lo dice Eurostat, sino también la Bolsa, la situación política en Alemania y Francia que son, ellas solas, casi la mitad de la economía de la Eurozona y hasta las previsiones de inversión de, por ejemplo, los industriales alemanes, un 54% de los cuales aseguran, según recientes encuestas, que se proponen invertir en 2013 más aún que en 2012, a pesar de que la infrautilización de instalaciones aumentó en 2012 por la crisis de la UE. Eso quiere decir que los industriales alemanes están convencidos de que van a vender más; en toda Europa. Lo que anticipa un resurgir del consumo interno, cuya contracción es el mal de nuestros días.

Se han dicho tantas cosas estos últimos cinco años de lo que nos ha pasado que resulta difícil encontrar un hilo conductor coherente para los acontecimientos que han tenido lugar en nuestra economía. Yo me quedo con la idea de una coalición de la Alemania de Merkel y la Francia de Sarkozy, secundada a regañadientes por Hollande, para limpiar la Eurozona de situaciones viciadas que pudieran comprometer la supervivencia de la moneda única, cuya pérdida hubiera sido extremadamente costosa para todos. El caos provocado en los mercados financieros por el hundimiento de una manera tóxica de hacer negocio, con la caída de Lehman Brothers, Fannie  Mae et alter, y las exigencias establecidas por las autoridades financieras internacionales para evitar la repetición de esos acontecimientos, precipitaron la insolvencia de una parte muy significativa del sistema bancario español, de sí seriamente debilitado por una acción política irresponsable, si no delictiva. Su salvamento ha consumido recursos ingentes, menores, en cualquier caso, que los dedicados a reflotar otras instituciones del género en Alemania, Francia, Bélgica o el Reino Unido, pero ha dejado de ser un problema mayor para la supervivencia de la economía, la cual, y a su vez, se ha visto expurgada de otros vicios que la lastraban, disparando el gasto público por encima de los potenciales de recaudación. El proceso, en España, no ha concluido –y ahí está la ingente tasa de paro para recordárnoslo- pero la viveza de la respuesta al cambio de tendencia en Alemania y Francia de los tres últimos trimestres muestran una agilidad de la que la economía española carecía hasta mediados del año pasado.

Es cierto que la vitalidad de Alemania responde a una política salarial menos restrictiva, promovida por una Angela Merkel en periodo electoral y que François Hollande necesitaba de resultados económicos positivos para recuperar su deprimida credibilidad política, pero ni aquella, ni estos, habrían podido llevarse a cabo con España o Italia en posición económica incierta. Angela Merkel no hubiera relajado su política salarial (lleva años negándose a hacerlo, desatendiendo las peticiones en este sentido formuladas por países como España) no Hollande se hubiera visto compelido a acometer las reformas estructurales de la viciada economía de su país.

Los tiempos, por lo tanto, cuadran, y el remonte de la economía europea anunciada por el BCE y la Comisión europea para este otoño, y por el Gobierno nacional para la española en particular en esa misma ventana temporal, comienza a vislumbrarse.


Buenas noticias, por lo tanto, para todos.
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