Real Time Web Analytics Bruselas10: agosto 2007

domingo, 19 de agosto de 2007

A la Playa con Impermeable


El que carece de algo se las ingenia para conseguirlo. Los bruselenses no tienen playa, aunque sí gaviotas, que suben como que no quiere la cosa desde el mar, distante un centenar largo de kilómetros, por los canales que comunican la costa con el interior de Bélgica y que ponen una mota blanca de contraste a los lustrosos patos de los aristocráticos estanques Melaerts, en los que la madre de mi amigo cubano, que debió llegar un día por esos canales, encontró una vez consuelo para la cazuela.
De modo que la municipalidad les ha puesto una playa a los bruselenses. Junto al canal, claro, en lo que llaman el Quai Béco. Tres mil toneladas de blanca arena y unas duchas de agua pulverizada, camufladas bajo falsas palmeras, pretenden crear la ilusión de mar abierto, salitre, brisa marina y reverberación de cuerpos rendidos al  inmisericorde sol estival.
Bien es verdad que el horizonte, en el Quai Béco, es una imponente fachada tan larga como la playa, coronada por un gigantesco rótulo de “Citroen”; que los belgas no depuran todavía sus aguas residuales y que mejor que no haya brisa porque, si no, huele, y no precisamente a salitre; y que lo del inmisericorde sol estival… Este julio ha habido inundaciones lo mismo en Flandes que en Valonia; el clima hermana más que la política y sus oficiantes.
Pero las duchas, esas, funcionan, y los críos se lo pasan de miedo dejándose calar por el agua pulverizada. No se comprende muy bien el motivo de tanto júbilo: el resto del año es igual.
Los promotores de la iniciativa, que cumbre este año su quinta edición, esperaban captar medio millón de visitantes. El 15 de julio hizo sol y elevaron la previsión a 750.000, porque la playa fue visitada, ese día, por 40.000 personas. El alcalde de Bruselas, Freddy Thielemans, estaba radiante. Luego llegó el monzón.
Bruxelles-les-Bains (Brussel Bad en flamenco), que así se llama formalmente el invento, tiene este año por tema “Prenez des couleurs” (“Cojan color”). No sé si perciben la fina ironía.
Color, ciertamente, lo hay, porque el recinto, que está abierto de 11 de la mañana a 10 de la noche, del 13 de julio al 12 de agosto salvo los lunes, alberga medio centenar largo de cabañas de aire tropical, en las que se ofrecen cocktails exóticos, marisco, parriladas y una gran variedad de pequeños recuerdos, que la gente compra sin tino ni tasa. Brasil, por lo visto cercano desde la visita de Lula, está muy presente en toda esta fanfarria, con banderas y chozas en las que adolescentes que despuntan por escotes en pico ofrecen caipirinhas y bebidas “aphrodisiaques”, ante la curiosa chavalería multicolor.
Los que tienen playa desde siempre no suelen preocuparse por revalorizar lo que ya está donde siempre ha estado. De eso se ocupan los hoteles de los alrededores. Pero en Bruxelles-les-Bains no es lo mismo de modo que, y ante la incertidumbre meteorológica, los organizadores se han cuidado muy mucho de llenar la agenda de la playa con un amplio catálogo de diversiones. Escuela de circo, magia, baile, boley, disco, rock, funk, tango, merengue, salsa, ska, un cementerio de buques con piratas embozados… de todo hay para cautivar a una asistencia que llega con el traje de baño y el impermeable a cuestas, y que no decide hasta el último minuto cuál de las dos prendas se pone primero.
Aseguran los que controlan la afluencia a Bruxelles-les-Bains que por las mañanas, hacia el mediodía, son sobre todo empleados de las empresas cercanas los que se acercan al lugar para comer algo en un ambiente distinto. Después, hacia las 2, comienzan a llegar las familias. La verdad es que a la gente se la ve a gusto y que agradece el espacio de distensión que se les ofrece. La alternativa, las playas de la costa, es complicada: la autopista está siempre saturada, los radares de tráfico te hacen la vida imposible y al final encuentras un arenal agitado por el viento y un Mar del Norte de espumas marrones que dicen que es estupendo, pero que a los que hemos visto otras olas no nos convence del todo.
Además, en Bruxelles-les-Bains hay acceso a Internet por un “hotspot” de Wi-Fi gratuito para los abonados al servicio más común en Bélgica, que es el del operador clásico
De modo que la playa de Bruselas tiene una respuesta garantizada; un “mercado cautivo”, que dirían los economistas. Son centenares de miles los habitantes de esta ciudad que ni se van a Knokke-le-Zoute, o a De Haan, a chapotear en las olas de espuma marrón, o a protegerse de los remolinos tras los cortavientos a rayas azules y blancas, diligentemente dispuestos por la oficina de turismo local.
Bruxelles-les-Bains es, incluso, un puerto de recalada temprana para gente que aún no ha emprendido su largo peregrinaje hacia el sur para las vacaciones de agosto. Por eso, aquel día, pudo oírse en el Quai Béco ese grito profundo y atávico, tan evocador: “¡Chicaaaas. Tengo tortillaaaaa!.
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