¿Y a las tres? El personal está conteniendo el aliento. A ver si
es verdad que esta es la buena.
Los últimos datos de Eurostat, conocidos esta
semana, no es que muestren una realidad inequívoca de cambio de ciclo, pero sí
confirman una tendencia a la mejoría (vean el gráfico que les adjunto) que
tiene esperanza a casi toda la gente que espera el advenimiento de tiempos
mejores.
Es un término, este del “advenimiento”, de connotaciones bíblicas,
poco grato a quienes, por razones de oportunismo político o de descreimiento
estructural, están instalados en el derrotismo, el fracaso y la negatividad,
reales o fingidos. Lo que pasa es que el Adviento llega en la liturgia eclesial
para facilitar el despertar espiritual de los creyentes, como el cambio de
ciclo lo hace en la economía para la salud del PIB, de la actividad empresarial
y el sosiego de los bolsillos.
Y esta vez parece que sí es la buena porque no
sólo lo dice Eurostat, sino también la Bolsa, la situación política en Alemania
y Francia que son, ellas solas, casi la mitad de la economía de la Eurozona y hasta
las previsiones de inversión de, por ejemplo, los industriales alemanes, un 54%
de los cuales aseguran, según recientes encuestas, que se proponen invertir en
2013 más aún que en 2012, a pesar de que la infrautilización de instalaciones aumentó
en 2012 por la crisis de la UE. Eso quiere decir que los industriales alemanes
están convencidos de que van a vender más; en toda Europa. Lo que anticipa un
resurgir del consumo interno, cuya contracción es el mal de nuestros días.
Se han dicho tantas cosas estos últimos cinco años de lo que
nos ha pasado que resulta difícil encontrar un hilo conductor coherente para
los acontecimientos que han tenido lugar en nuestra economía. Yo me quedo con
la idea de una coalición de la Alemania de Merkel y la Francia de Sarkozy,
secundada a regañadientes por Hollande, para limpiar la Eurozona de situaciones
viciadas que pudieran comprometer la supervivencia de la moneda única, cuya
pérdida hubiera sido extremadamente costosa para todos. El caos provocado en
los mercados financieros por el hundimiento de una manera tóxica de hacer
negocio, con la caída de Lehman Brothers, Fannie Mae et
alter, y las exigencias establecidas por las autoridades financieras
internacionales para evitar la repetición de esos acontecimientos, precipitaron
la insolvencia de una parte muy significativa del sistema bancario español, de
sí seriamente debilitado por una acción política irresponsable, si no delictiva.
Su salvamento ha consumido recursos ingentes, menores, en cualquier caso, que
los dedicados a reflotar otras instituciones del género en Alemania, Francia,
Bélgica o el Reino Unido, pero ha dejado de ser un problema mayor para la
supervivencia de la economía, la cual, y a su vez, se ha visto expurgada de otros
vicios que la lastraban, disparando el gasto público por encima de los
potenciales de recaudación. El proceso, en España, no ha concluido –y ahí está
la ingente tasa de paro para recordárnoslo- pero la viveza de la respuesta al
cambio de tendencia en Alemania y Francia de los tres últimos trimestres
muestran una agilidad de la que la economía española carecía hasta mediados del
año pasado.
Es cierto que la vitalidad de Alemania responde a una
política salarial menos restrictiva, promovida por una Angela Merkel en periodo
electoral y que François Hollande necesitaba de resultados económicos positivos
para recuperar su deprimida credibilidad política, pero ni aquella, ni estos,
habrían podido llevarse a cabo con España o Italia en posición económica
incierta. Angela Merkel no hubiera relajado su política salarial (lleva años
negándose a hacerlo, desatendiendo las peticiones en este sentido formuladas
por países como España) no Hollande se hubiera visto compelido a acometer las
reformas estructurales de la viciada economía de su país.
Los tiempos, por lo tanto, cuadran, y el remonte de la
economía europea anunciada por el BCE y la Comisión europea para este otoño, y
por el Gobierno nacional para la española en particular en esa misma ventana
temporal, comienza a vislumbrarse.
Buenas noticias, por lo tanto, para todos.